16 de febrero, culminaba el trabajo de un año entero escribiendo, componiendo, grabando y trabajando duro para lograr que viera la luz mi primer trabajo como autora e interprete.
La Sala Cúpula me esperaba, tras casi dos meses del lanzamiento de disco y un abrumador Crowdfunding que lo hizo posible. EL MAPA era ya una realidad.
Llegábamos a las 15 horas para montar, probar y que todo estuviera en el lugar adecuado. Una mezcla de nervios y felicidad en cada poro de mi piel me acompañaban. Tenía a mi alrededor gente tan bonita que sabía que todo saldría bien. Abrazos, más abrazos.
Una sala preciosa, con unas sillas esperando ser ocupadas por todas y cada una de las personas que creyeron en mí, en mi música y mi voz y que hicieron de mi sueño, el NUESTRO.
Sillas que aguardaban a las personas que me escuchaban por primera vez, gracias a todas las puertas de los medios de comunicación a las que llamé durante un mes y medio antes, de intensa difusión y promoción, comidas de tupper en el coche y a contra reloj para llegar a todo. Y llegué y conocí unas personas y profesionales increíbles y generosos, que me dieron alas y voz.
Tuve el honor de ser presentada por Joseba Solozabal, una presentación única y llena de cariño, como él, una persona maravillosa que quiso estar ese día a mi lado. Y no venía solo, venía con un gran equipo a su lado que me brindaron risas y todo su apoyo. Agradecida siempre a todos ellos.
Tras los aplausos, el silencio, tocaba salir a escena, tantas veces me lo había imaginado, pero aquello no se podía imaginar, porque iba a ser aún mejor. Subía unos escalones que me desarmaban y me llevaban a un escenario alto que exponía mis emociones, ilusiones y mis ganas de compartir este sueño tan deseado.
Y así, desarmada y entregada, comenzaba el concierto. No fue solo un concierto, no solo hubo música y canciones. Había alma y corazón en cada silencio, en cada aplauso, el aliento contenido y la piel erizada.
Pude compartir ese momento con los mejores compañer@s y talentosos music@s y artistas, cómplices de todo el trabajo y la ilusión, que hicieron que las emociones crecieran como crecían las canciones, cantando cada palabra, cada verso, cada sueño hecho canción.
Terminaba la última nota de Soñadora, tema que resumía la lucha, la entrega y el espíritu de Noa Cliff. Se encendían las luces y descubrí ante mi una sala llena. Aquello fue un regalo, ver sus caras, sus sonrisas, fue algo indescriptible. Poner caras a los mensajes, a esas palabras que te levantan el ánimo, a las historias que hay detrás, a la razón de todas las canciones, es lo más hermoso que he vivido.
Debajo del escenario me esperaban un montón de personas pacientemente con una sonrisa para abrazarme y darme su reconocimiento y cariño. Se avecinaba una hora llena de abrazos, lágrimas, fotos, emoción, reencuentros y descubrimientos y más abrazos. Saber que había sido el regalo de San Valentín de alguien que quería sorprender a su pareja, me derritió el corazón. Y echa un flan, tan vacía de haberlo dado todo, como llena de haberlo hecho, solo podía devolverlo con mi más sincera gratitud y sintiéndome la persona más feliz del mundo.
Me guardaban la última sorpresa de la tarde, uno de mis mayores deseos, que mi amama(abuela) me viera sobre un escenario haciendo lo que me late, cantar aquello que escribo y compongo. Y se hacía realidad. Una muñequita de pelo cano y ojos azules aparecía al final de la fila y yo en ese momento no pude más que romperme y abrazarla, sabiendo de su esfuerzo y expresando mi felicidad desbordada.
La sala vacía, abrazos, más abrazos, lo repetiría una y mil veces. Una periodista me pregunto, que sentía en el escenario. LIBRE, le contesté.
Para mi libre, es la ausencia de miedo y es que allí, haciendo lo que más me gusta en el mundo, es donde mas libre me siento.
Ojalá sea muy libre, ojalá sea el primero de muchos, ojalá vaya de vuestra mano haciendo camino y haciendo posible conciertos como el de aquel 16 de Febrero, donde una vez más, demostramos, que LOS SUEÑOS NO CADUCAN.
-Noa Cliff-